16.6.12

Muy cerca

     -...y bueno. Eso es lo que pienso. Eso es lo que siento-, le dijo él.

     Estaba un poco nervioso. Nunca antes había sido tan sincero con una persona del otro sexo. Para él era evidente que lo que sentía por ella era algo especial, algo que no había sentido por ninguna otra persona. Se habían escrito cosas muy lindas en los últimos meses y hubo situaciones, momentos, que los acercaron emocionalmente. Además le gustaba. Mucho. Nunca había dejado de pensar en ella desde el primer momento en que se habían visto, hacía meses. A pesar de los largos períodos en que habían estado sin verse en el pasado, el recuerdo de su sonrisa se hacía presente cada vez que tenía noticias de ella, cada vez que leía un mail suyo, cada vez que oía su voz por teléfono. Y en ese momento la tenía enfrente y estaba poniendo en sonidos lo que antes había expresado por escrito. Él le había pedido una respuesta un par de días antes y por correo electrónico y se la reclamó. Ella se negaba a darla a menos que la pregunta sea reformulada en ese momento. A él no le quedó otra que juntar coraje y decirle lo que pensaba, lo que sentía. Después de todo, no era algo tan difícil. Había esperado, deseado, ese momento por semanas. Tenía solamente que decirle las mismas cosas que le había dicho por escrito. Simple. Y esperar una reacción de parte de ella, que lo observaba atentamente pestañando sensualmente, jugando con su mirada, muy relajada en su silla. Él la miró fijo a los ojos por unos segundos y después comenzó a girar su vista en todas las direcciones mientras hablaba. Estaba sentado de costado, con un codo apoyado en la mesa y el otro en su respaldo. Sus manos se juntaban a la altura del pecho. Su pierna dejaba de moverse sólo cuando él se daba cuenta del involuntario sube y baja, típico de quién está ansioso. Su lengua se movía, su boca emitía sonidos. Supuso que frases al menos coherentes. Y de repente se encontró con que había dejado de hablar. Lo que tenía que decir ya había sido dicho. Se quedó quieto, miró hacia abajo. Su pierna había dejado de moverse. Alzó la vista y la miró a los ojos. Ella se incorporó en su silla. Enderezó su espalda, respiró hondo y se acercó a él, todavía con esa sonrisa sensual en la boca. Y habló.

     -Es muy lindo lo que me decís. Siempre es lindo escuchar esas cosas...-, le dijo ella.

     En ese momento la fuerte música del lugar se desvaneció, la gente de las otras mesas desapareció, el tiempo se detuvo, el mundo dejó de girar para él. El universo se resumía en ese pequeño rincón del bar donde estaban sentados los dos. Todo lo demás no existía. Él estaba en una especie de vacío en el que todo era estático. Estaba seguro que ella había comenzado a responderle, pero él no podía escucharla. Sus oídos sólo sentían el sonido de ese vacío. Allá, como a lo lejos, se escuchaba el latir de su corazón cada vez más fuerte. Su vista, nublada a todo lo que se ubicase a más de un metro de distancia, distinguía un solo movimiento: el abrir y cerrar de los labios de ella. 

     Él comenzó a recorrerla con la vista. Empezó en su cintura y continuó el recorrido por su panza y luego por su pecho. Siguió por su cuello, se desvió a los hombros, por el pelo y llegó a su cara. La miró fijamente a los ojos y bajó a su boca que seguía moviéndose. De pronto esa única acción cesó y dio paso a otra. Ella había dejado de hablar y sus ojos habían comenzado a posarse en él. En su boca y en sus ojos. Ella lo miraba, siempre sonriendo. Lo miraba a los ojos, bajaba la vista fugazmente a la boca y volvía a los ojos. Fueron unos segundos, pocos, tal vez dos o tres, pero una eternidad sin embargo. 

     Y volvió la música, la ruidosa gente apareció de golpe, el tiempo retomó su curso y el mundo comenzó a girar de nuevo. Él la observó. Ella estaba deseándole la boca. Y entonces las miradas se encontraron cuando la de ella subía a sus ojos y la de él bajaba a sus labios. Él se inclinó hacia delante y, sin dudar, la besó unos segundos y se apartó. Buscó de nuevo su mirada, buscó un gesto de aprobación. Ella seguía con los ojos cerrados. Acercó su boca a la de ella nuevamente y le dio otro beso, esta vez más corto. Y ella abrió los ojos. No hubo ni una palabra. Ella sonrió, se acercó más todavía y con su brazo rodeó el cuello de él. Llevó su mano a su cabeza y volvieron a besarse. Esta vez más intensamente. Él la tomó de la cintura y continuó con el beso. Luego se abrazaron fuertemente y se sintieron cerca el uno del otro. Muy cerca. Y así se quedaron por un largo rato.


1 comentarios:

Lau dijo...

Re lindo, Ro.

 

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